Mi primer tropiezo con un catalán fue allá por el año 56. Yendo yo en el metro había un señor que quería bajar y no podía porque estaba la puerta llena de gente, yo entre ellos. Al buen señor no se le ocurrió nada más que decirme al salir la palabra típica que siempre decían: “Estos charnegos”. A mí me cayó como un tiro, pero allí se bajó el buen señor, si no con veintiún años que yo tenía, pues la verdad es que lo habríamos arreglado. Así es que me tuve que aguantar y hasta la próxima.
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